Como si acaso fueras por ella poseída y un hálito indecible me arrebatara vida.
Uní junto a la tuya, mi desnudez ardiente; el agua entonces fría, acarició mi frente,
me acarició la carne y el alma ardiente daba consejos que a mis manos fogosas ordenaba.
Vagué por tus perfiles, vagaste por los míos, sentimos deshacerse nuestros profundos fríos.
Mientras que escurridiza y cual testigo muda el agua nos brindaba su erotizante ayuda.
Bésame despacio, tan suave como el murmullo de las hojas, tan fuerte como la ola que entrega su vida ante una roca, tan débil como el claro de luna que ésta noche nos arropa.
Bésame así sin ataduras, sin miedo al impacto, con la fragilidad que encierra un niño, con la seguridad de quien llega a su nido.
Bésame de nuevo, una y otra vez, quédate a vivir en mis labios, adhierete a ellos, y descubre que bajo la nieve de tu ausencia sepultada se encuentra la granada de mi pasión.
Bésame mucho amor, bésame la vida y cuando amanezca, arrójame a la muerte con tu partida.